TIENDA ONLINE

domingo, 10 de febrero de 2013

CARNAVAL, TE QUIERO

 Una de las cosas más curiosas de nuestra memoria es su subjetividad...la capacidad para agrandar o reducir detalles de los acontecimientos reales, para eliminar directamente partes de la historia, o terjiversar los hechos y almacenarlos de manera que cuando los evocamos nos parezca esa la realidad- nuestra realidad-.
Para comprobar este fenómeno no hay como reunirse en familia y citar anécdotas y acontecimientos del pasado...Cada uno se acuerda de unos detallles, hasta el punto que parece que hubiéramos vivido realidades paralelas.
Y, en el fondo, así es, cada uno de nosotros vivimos la realidad a nuestra manera, y eso refleja en gran parte cómo somos.

De mi infancia, uno de esos recuerdos amplificado con gran angular -que estoy convencida que en realidad no era para tanto como yo lo he idealizado- es el Carnaval. Hasta los 10-11 años ( no sé exactamente) viví en Villarrobledo, Albacete, y allí es donde celebrábamos esta fiesta a lo grande. Todo el mundo lo  hacía. Los niños, en los colegios, donde las madres y las maestras diseñaban y elaboraban durante meses los disfraces y todos los complementos. Y los mayores, en comparsas que aglutinaban gente con algo en común ( trabajadores del mismo gremio, equipos deportivos, etc).

El carnaval era un verdadero acontecimiento para el que todos nos preparábamos con antelación, y que disfrutábamos durante una semana de lo lindo...

Recuerdo con gran nitidez uno de los primeros disfraces: de Minnie Mouse, mi hermana y yo llevábamos el mismo vestido, ella verde y yo amarillo. Estábamos tan contentas de llevar zapatos de tacón, y de que mamá nos pintara la cara de ratoncitas presumidas...

Otro disfraz mítico fue el de Puesto de Gominolas: un artefacto súper elaborado en el que no faltaba detalle: bandejas de caramelos hechos con papel celofán, nubes de algodón decoradas con spray rosa, garrotas de caramelo...Ayudábamos a mi madre a hacer todas esas cosas, pero ella nos dejaba asombradas con sus buenas manos...no es presumir por presumir, ¡es que llevábamos siempre los disfraces más chulos!
Recuerdo que una vez "encasquetada" semejante estructura (teníamos que meternos por un agujero en el tablero de la mesa del puesto de chuches), para salir a la calle, ultimamos los preparativos en el garaje,¡ y mi padre nos subió por el montacargas, por donde salían los coches!!! Qué aventuras...
La adolescencia temprana me pilló cambiando de ciudad, y ya no hubo más Carnaval: ni era tiempo para disfrazarse en una época en la que ya bastantes complejos tiene una...y bastante payasa me sentía yo, ni en Cuenca había una tradición tan arraigada como allí.
Han pasado muchos años desde entonces sin disfrazarme, y sin echarlo de menos, hasta que este año, en la guardería de Guillermo, nos instaron a disfrazarnos con los niños, y en el último momento me animé.

..Y algo se me removió por dentro al guardar las fotos  de la fiesta en la que mi peque y yo nos disfrazamos de Diablillos...Otra vez mi madre estuvo conmigo eligiendo los complementos, y de nuevo sentí la alegría de este día a través, sobre todo de los peques con sus caras de alucine, y especialmente de mi trasto, al que el disfraz le iba como anillo al dedo...

Estoy deseando ver de nuevo fotos de aquellos disfraces.Por ahora, os dejo una con Guillermo de su primera fiesta de Carnaval.





No hay comentarios:

Publicar un comentario