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lunes, 22 de julio de 2013

A MI PEQUEÑO GUILLERMO. FELIZ 2º CUMPLEAÑOS

Cuenca, 20 de julio 2013
Que el tiempo pase volando suele ser señal de que se está disfrutando, de que todo va bien. Y estos dos años que han pasado desde que naciste,  lo corroboran. Algunos detalles de todas las vivencias se van desdibujando, pero otros, los más importantes, los tengo grabados en la memoria, muchos de ellos  también en la piel, en el olfato…
Como te hemos contado decenas de veces, la abuela Sagrario me ayudó a traerte al mundo, e hizo de tu nacimiento un momento súper especial.  Aquél 20 de julio de 2011, a las 16.15 h, me cambiaste la vida por completo. Ninguna sensación vivida hasta entonces fue comparable con verte por primera vez. Por mucho que hubiésemos imaginado cómo sería todo a partir de entonces, nada parecido al día a día contigo.
 Pasado el tiempo, me doy cuenta de que el embarazo, y mira que es un período muy largo, apenas sirve para mentalizarse de lo que significará ser madre. Por supuesto, soy de la opinión de que se es madre desde el momento en que, solidaria y altruistamente, una mujer presta su cuerpo a albergar la vida de otro ser humano, y pelea por él desde el minuto 0 de embarazo por que salga adelante…No sé si expresaré con esta frase lo que quiero decir: para mí el embarazo- sin infravalorarlo, que para mí es un estado ideal, ser 2 en 1- es sólo un sucedáneo de la maternidad, que se empieza a ejercer al 100% sólo desde el nacimiento (por no hablar de la paternidad).
Pero volvamos a ti... Naciste, haciendo gala de tu apellido materno, rollizo y rechonchete, un bebé de aspecto sano y lozano. Siempre recordamos una anécdota sobre el tamaño de tus manos: cuando, recién nacido, en el paritorio, la abuela te puso sobre mi tripa, extendiste aquéllas manazas enormes, y ¡nos quedamos asustados!, parecían las de un niño de 2 o 3 años. Sin embargo, y aunque a mí tu tamaño también me sorprendió  y me hizo sentir una “super woman” por haberte parido sin cesárea, siendo el primero y tan grande, la sensación que más grabada  se me quedó fue la de la calidez de un líquido mojándome tripa y bajando ¡por mis piernas nada más tenerte sobre mí: te sentiste tan a gusto, que ¡te hiciste pis1. Ese calorcillo fue para mí tu primer abrazo, la sensación de tu vida recién estrenada, y unida para siempre a la mía.
La primera noche en el hospital berreaste tanto que no sé si dormiríamos 1 o 2 horas en total…Tenías un hambre voraz, y con el calostrillo no era bastante( acostumbrado al surtidor del cordón umbilical, por el que te caía sin esfuerzo la comidita). Papá y yo, por miedo a quedar como auténticos pardillos o molestar, aguantamos como pudimos varias horas, hasta que ya sobre las 7 de la mañana, empezamos a preocuparnos, y nos decidimos a pulsar el timbre para llamar a las enfermeras. Te dieron un biberón  de leche y fue mano de Santo: te relajaste y al ratillo dormías como un ceporrete…Y nosotros pudimos descansar un poquito. Pasados unos días, las enfermeras de la planta le confesaron a la abu que te habían oído desde la otra punta del pasillo y se habían compadecido de nosotros, padres primerizos.
De tus primeros días guardo un recuerdo bastante estresante: después del parto me quedé muy floja porque tuve  anemia, y andaba un poco “flotando en una nube”, medio mareada todo el día y sin fuerzas.
Saliste del hospital en la sillita del coche. Conforme te sentamos, te agarraste a los tirantes en un gesto nada propio de un recién nacido, y saliste con cara seria, como diciendo :”Adelante, llevadme a casa”…Tenemos fotos de aquél momento, en el que pasas por un bebé de 3-4 meses, perfectamente.
Pasamos unos días en casa de los abuelos, en el Pinar. Así pude ir reponiendo fuerzas, porque nos daban todo hecho. Pudimos centrarnos en ti, y yo fui  poquito a poco recuperando el ánimo, que, como suele ser habitual tras dar a luz, tenía por los suelos: me sobrevino una especie de angustia no sabía en concreto por qué…Una mezcla del miedo a no saber hacerlo, molestias hasta que se implantó la lactancia (endurecimiento, grietas, subida de la leche), desubicación…Poco a poco, el desequilibrio hormonal fue desapareciendo, y con él, esa pequeña “depresión post- parto”.
Pasé una larga temporada con tu llanto metido en el cerebro: te escuchaba llorar, aunque no llorases, a todas horas, y me parecía tan real, que tenía que ir constantemente a verte, creyendo que te pasaba algo…Nunca me había ocurrido nada parecido: escuchar un sonido que es sólo producto de tu cabeza, de tu imaginación, y que te parezca tan real como los ruidos verdaderos. Imagino que sería algo así como una especie de “esquizofrenia evolutiva”  temporal para madres primerizas, para no bajar la guardia, permanecer en alerta y protegeros.  Con el paso de los días, ese llanto dejó de sonar en mi cabeza…Menos mal, porque era muy estresante y llegó a preocuparme muy seriamente.
También recuerdo que los primeros meses estaba tan sobreprotectora que me molestaba recibir visitas, y que otras personas- a excepción de papá y los más más allegados- te cogieran en brazos. Por más muestras de cariño que dieran, yo sentía como que te estaban arrebatando  de mí, era algo irracional. Tampoco me gustaba- muy al principio- darte el pecho mientras había gente, porque sentía que se entrometían en mi intimidad…Poco a poco fui soltando lastre, y esa sobreprotección desmesurada se relajó. Pero ahora, visto desde la distancia, me parecía a una de esas leonas de los documentales protegiendo a sus crías de los depredadores. Me acuerdo cuando nuestra primera perra, Lima, tuvo cachorros, y se enfadaba, incluso nos llegó a dar alguna dentellada- ¡con lo que nos quería!-al acercarnos mientras estaba amamantando a los pequeños…Así de agresiva andaba yo…Y es que no dejamos de ser animales…
Has sido un bebé muy especial: estuviste hasta los 5 meses tomando exclusivamente el pecho. Daba gusto verte mamar como un ternerillo. Tenías tanta fuerza que a veces me hacías daño de la presión con la que dabas aquéllos chupetones que hacían salir varios chorrillos de leche de la teta. Eras tan cuco y tan listo que succionabas muy fuerte y te ponías debajo del pezón, con la boca abierta, como si fuera una fuente, a esperar que la leche te cayera a chorro. Cuando me incorporé a trabajar, por más leche que me saqué- con la poquita que conseguía con el sacaleches, o a mano- no hubo manera de que te tomaras ningún biberón de esa leche, ni descongelada, ni sin descongelar… Y hasta hoy, te has resistido siempre a tomar un biberón. Tampoco te ha gustado la leche de fórmula y la poca que has bebido ha tenido que ser en papilla de cereales y a regañadientes. A ti te gustaba la leche de mami, en su envase original, no en un cacharro de plástico con tetina artificial.
Tuvimos que empezar con la papilla de frutas, y luego la de cereales, que apenas te gustaba. Pero seguí dándote el pecho hasta los 7-8 meses, en que poco a poco, tú mismo dejaste de querer: te ponía al pecho y te apartabas. Parecía como si te hubiera dejado de gustar, supongo que la introducción de las papillas fue la causante…El destete fue más fácil de lo que había pensado. Por el gustito con el que bebías hasta entonces, imaginé que serías uno de esos niños  que seguiría mamando con 2 añetes y todos los dientes ya en la boca. El caso es que lo que en un principio me pareció una liberación (cuando eras más grandote me hacías bastante daño de los chupetazos que metías), luego lo he echado  mucho de menos. Gracias a la lactancia pasábamos muchas horas juntos, muy cerquita el uno del otro, se generó un vínculo perfecto y creo que por eso creciste tanto en tan poco tiempo, sano y fuerte.
Fuiste muy espabilado desde el primer día. Tenemos fotos tuyas fijándote con poco más de un mes en tu imagen en el espejo de un cubo que te regalaron los abuelos y que te encantaba, y riéndote tú solo con tu sonrisa. Siempre has sido muy risueño…Y muy expresivo (a quién habrás salido…): el niño de las mil caras. Nunca has parado quieto: podemos vender en Ebay la hamaquita de los tíos, porque está como nueva: no quisiste estar más de dos minutos seguidos en el mismo sitio, y mucho menos reclinado o tumbado…Precisamente con la hamaquita nos diste el primer susto gordo, porque te tiraste había delante, y te diste un buen porrazo contra el suelo de la cocina…Y yo me creía que te había pasado algo grave, y me sentí tan culpable que lloré como una magdalena. Hasta que vinieron otros tantos chichones y fuimos entendiendo a fuerza de comprobarlo, que los bebés estáis hechos de otra pasta, muy parecida a la goma elástica. A ti, desde el primer día ti te ha ido la marcha.
Te encantaba que los tíos te cogieran para hacerte perrerías, cosquillas, etc. Y los has tenido loquitos desde el primer día, porque para ambas familias fuiste el primer nieto y sobrino en llegar. Y eso te hace estar requetemimado.
Apenas has gateado. A los 9 meses te gustaba que te cogiéramos de los bracitos y dar pasetes con esas zapatillas sin suela de Mickey que te encantaban. Un mes después de tu primer cumpleaños, te soltaste y caminaste por primera vez solito: era 12 de agosto. Un día para recordar…Empezabas a dejar de ser “bebé”.
Cuando cumpliste el añito, celebramos una fiesta con globos, guirnaldas, y todo lo que saben que te gusta en el Pinar a la que fueron tus cuatro abuelos, los titos, e incluso los bisabuelos. Los abus Jose y Sagra, y los titos Bea y Carlos te dedicaron una bonita canción con coreografía, que está guardada para la posteridad. Y a mí me hicieron llorar como una boba de la emoción, fue precioso verlos tan entregados a hacerte pasar el día más felíz.  Este año han vuelto a repetir, preparándote incluso una tarta casera,  lástima que todavía no te pirres como papá y mamá por el chocolate…
Las primeras navidades también fueron entrañables: aunque tú no eras consciente todavía de lo que era aquello, ni de los regalos, toda la familia se volcó contigo, y las vivimos todos con una nueva y especial ilusión. Cuando los abuelos viajaron a Nueva York, entre otras muchas cosas, te trajeron un disfraz de Mickey Mouse, tu ratoncito preferido,  y no pudimos esperar a febrero para ponértelo, estabas tan gordete y tan grandón que casi no te servía en diciembre…
Desde que echaste a andar, no has parado. Antes de que pusiéramos la mesa grande para comer todos en la cocina, comías y cenabas tú antes en la trona, y luego nosotros en la mesa bajita del salón…Bueno, lo de comer es un “decir”…No había forma de que te entretuvieras ese rato en el parque,  reclamabas todo el rato nuestra atención…Y como se nos ocurriera dejarte “fuera del recinto amurallado”, lo que hubiera en la mesa terminaba por el suelo: un vaso de agua, el tenedor, un coche flotando en la sopa…en fín…por no hablar de la imposibilidad de ver la tele…Tus gruñidos-gritos iban en aumento, proporcionales a nuestra concentración o interés en lo que estuviéramos tratando de ver. Nos has reclamado siempre para jugar contigo. Ya sabes que dicen que los nenes, cuanto más listos, más guerra dan, porque más requieren…
Desde los 18-20 meses estás aún más para comerte, si cabe. Da gusto jugar contigo, lo entiendes todo, hablas mucho y nos encanta escuchar tus pequeños razonamientos, que los tienes. En cuatro días has aprendido todas las marcas de los coches, sin apenas repetírtelas y te encanta jugar a ir andando por la acera y acertar la marca de todos los coches que encuentras aparcados.
Además de los coches (reales y de juguete), y de las piezas de construcción, no hay cosa que más te apasione que las pelotas: distingues, según tamaño, entre pelota (“ petota”) y balón, y te da igual como sea, eres especialmente habilidoso para colocártela en la espinilla y chutar como los nenes grandes, de quienes lo aprendiste en el parque. Te encanta ver vídeos de dibujos y canciones en el ordenador. En cuanto ves a papi en la silla, ya le estás diciendo “subimos, subimos”, y levantando los brazos para que te siente encima de él. Tus favoritos son “El coche nuevo de Mickey” y diferentes versiones de la arañita “Itsy Bitsy Spider”, la primera canción completa que has aprendido y que cantas solito desde hace 2 semanas.
 Has salido a tu bisabuelo Santiago en el gusto por callejear, no aguantas encerrado en casa, te encanta jugar en el parque y salir a la calle…Conforme abres el ojo de la siesta, ya estás pidiendo salir a la calle (tenemos que echar la llave, porque tú solito te vas a la puerta y la abres pidiendo salir). Tienes mucha energía y tienes que liberarla haciendo deporte, moviéndote sin parar. Las abuelas a veces dicen que estás delgadete y que es porque comes poco. Pero papi y yo sabemos que con lo que desgastas, es imposible que engordes (ellas quisieran verte tan rechoncho como cuando tomabas el pecho). Tu padre era así de raspa de pequeño, y tampoco engordaba, por más dulces que comía.
Tu cambio y tus progresos a lo largo del curso escolar, en la guardería, han sido espectaculares. A pesar de lo doloroso de los primeros 15 días, en que llorabas tanto al quedarte que nos íbamos con la lagrimilla también nosotros, ha merecido la pena. Ahora nos hablas de tus compañeros por sus nombres, y te vemos tan contento que muchos días no quieres ni salir cuando te recogemos. Has aprendido a relajarte tú solito en la colchoneta, a comer con tus cubiertos, a compartir con los demás niños. Eres más autónomo y sociable. Tus profesoras te quieren tanto, y nos han ayudado a comprender muchas de tus reacciones, y a relativizar las cosas…Has aprendido muchas cosas: los colores, las estaciones, los números, canciones…Ójala en un futuro te acuerdes de ellas, como yo de doña Hada, mi señorita de preescolar, de la que guardo un recuerdo maravilloso, pero me parece que eres muy chiquitín para eso.
El tiempo para muy muy deprisa y me encantaría detenerlo para disfrutar de ti así, como estás ahora, cada día más guapo. Para algunas cosas tan bebé, y para otras tan grandón. A papá se le cae la baba con lo bien que construyes con los bloques, y con esa forma de hablar usando diminutivos para todos (ahora, el tito Alex, es para ti el tito Alitos, o Alititos). Dice que ahora se entretiene mucho más contigo que cuando eras un bebé, y es que tiene razón…Es más fácil jugar contigo, entender tus reacciones, y hacernos entender nosotros. A pesar de lo trasto que eres, tú y yo sabemos que lo que tienes de guerrero lo tienes de noble. Eres un angelito.

Gracias por venir a nuestras vidas, y por hacerlas mucho más felices, a pesar de las dificultades, y por encima de todo. Que cumplas muchos más (pero despacito).